El sexo anal, mejor conocido como sodomía, no es algo nuevo ya que existe incluso en los relatos bíblicos. Esta conducta bestial ha enfurecido a Dios desde siempre y sino basta con recordar los hechos de Sodoma y Gomorra. Más cerca en el tiempo en la antigua Grecia, la homosexualidad era algo habitual y era socialmente aceptado que los hombres jóvenes fueran amantes de los mayores, de quiénes recibían a cambio una educación política, científica y moral.
Lo que diferenciaba esa practica de la actual es que en aquel momento los hombres mayores eran siempre los que penetraban a los más jóvenes, ya que las relaciones con hombres de la misma edad eran motivo de deshonra. También en la Antigua Roma, Marco Antonio o Augusto César tuvieron amantes masculinos.
Fue por aquél momento que Dios volvió a tomar cartas en el asunto. Para Dios la homosexualidad y la práctica sexual sin objetivo de reproducción son pecado, por lo tanto el sexo anal fue condenado y en el siglo VI D.C. el Imperio Romano prohibió terminantemente la homosexualidad.
Había quedado demostrado que los pactos con el diablo se sellaban mediante el sexo anal ya que al penetrarse el ano se crea literalmente un portal a lo demoníaco. Este portal deja huellas en el huésped ya que en muchos casos quedan daños en su recto, hasta el punto de que sus esfínteres tienen que ser cosidos por profesionales de la salud.
Existen relatos sobre hechiceros que utilizan el acto sexual anal como un método para invocar y convocar la presencia de entidades de otras dimensiones (o incluso a su propio ángel guardián). Basan esta filosofía en el supuesto de que "el ojo de Horus, es superior a la boca de Isis".
En fin, luego de la prohibición todo parecía volver a la normalidad y que la humanidad podría seguir avanzando pero fueron autores como el Marqués de Sade o George Bataille quiénes consiguieron que esta práctica se convirtiera en un juego erótico gracias a sus relatos pecaminosos y libertinos. Sus libros son una auténtica provocación a la moral religiosa y buscan la liberación de la represión sobre el cuerpo. Copio un extracto a modo de ejemplo:
“La postura más usada para la mujer, en este goce, es acostarse boca abajo, en el borde de la cama, con las nalgas bien separadas, la cabeza lo más baja posible. El lascivo, tras haber disfrutado un instante con la perspectiva del bello culo que se le ofrece, tras haberlo palmoteado, palpado, a veces incluso latigado, pellizcado y mordido, humedece con su boca el lindo ojete que va a perforar, y prepara la introducción con la punta de su lengua; moja asimismo su aparato con saliva o con pomada y lo presenta suavemente al agujero que va a horadar; con un mano lo lleva, con la otra separa las nalgas de su goce; cuando siente su miembro penetrar, es preciso que empuje con ardor, teniendo mucho cuidado de no perder terreno; a veces la mujer sufre, si es nueva y joven; pero sin miramiento alguno para con los dolores que pronto van a convertirse en placeres, el jodedor debe empujar con vivacidad su polla gradualmente, hasta que por fin haya alcanzado la meta, es decir, hasta que el pelo de su aparato frote exactamente los bordes del ano del objeto al que encula”. (La filosofía del tocador)
Ahora que sabemos que el diablo entra al mundo por el ano y conocemos que la cantidad de homogays crece de manera exponencial, creo que es más que evidente por qué estamos como estamos: guerras, hambre, desocupación, homicidios, balaceras en escuelas y un largo etcétera que solo tendrá fin cuando ocurra el arrebatamiento.
Reverendo Daniel Salcedo
https://www.facebook.com/reverendo.daniel.salcedo
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